viernes, 23 de noviembre de 2007

La clase política

Dice mi carta astral que podría dedicarme con éxito al mundo de la política. Es curioso, pero no me interesan en absoluto aquellas cosas en las que no creo. Y no es que no crea en la política, no. La política es necesaria para que exista un cierto orden en la sociedad, por supuesto. En quienes no creo es en los políticos. Nunca podré entender como tantas personas pueden dedicarse a algo tan difícil como regir el destino de una sociedad. Para mí es algo tan difícil que no creo que existan muchas personas capaces de realizar esa tarea. Realmente pienso que hay que ser una persona muy especial para dedicarse a procurar el bien común sin pretender conseguir un beneficio propio más allá del salario justo por desarrollar ese trabajo. Hay que ser muy "persona" para ser político y no caer en la tentación de llenar la caja fuerte o engordar la cuenta bancaria domiciliada en un paraíso fiscal. Para no hacer favores designando a dedo a un sinfín de asesores que no se sabe bien qué funciones ejercen o para aprobar normas en beneficio propio rápidamente, no sea que no vaya a ganar las próximas elecciones. Para colaborar con el vencedor para ayudarle a desarrollar su programa, ya que ha sido lo que la sociedad ha elegido. En definitiva, para ser político hay que ser de "una pasta especial". Y yo, aún no conozco a ningún/a político/a que sea así, aunque eso no quiere decir que no exista, claro. Siempre he creído que, por muchos conocimientos que se tengan, primero hay que ser persona y luego desarrollar la tarea que uno decida, pero quizá para ser político lo primero sea innecesario.

viernes, 9 de noviembre de 2007

La primera vez

Y es que siempre hay una primera vez para todo. Aunque hay cosas en la vida que se convierten en rutina, siempre hubo una primera vez. Y siempre estamos aprendiendo. Aprendemos a caminar, correr, saltar, hablar y socializar con nuestros semejantes en el cole. Aprendemos a estudiar, a sentir lo que significa el éxito y el fracaso, a caernos y levantarnos (más tarde o más temprano). Aprendemos a trabajar, a seducir, a amar, a detestar, a disfrutar, a sufrir, a ahorrar, a malgastar. Aprendemos continuamente y todo aquello que ya no nos sucede por vez primera debería haber formado un callo en nuestra existencia de tal modo que sirviera para experiencias futuras. Sin embargo hay personas como yo, a quienes a menudo parece que las cosas le suceden siempre por primera vez. ¿Es eso un don o una desgracia? No voy a parar ni un instante a pensar en la respuesta... Si la situación es placentera disfrutaré como una enana (pues para mí sera la primera vez); pero si la experiencia es dura me levantaré para darme la oportunidad de volver a caerme de nuevo sin recordar en ese preciso instante que ya me caí anteriormente. Solamente así podré seguir creciendo como persona.
Aunque la vida es un continuo aprender ya que nadie nace enseñado (nadie llegó al mundo sabiendo ser bebé, niño, adolescete, soltero, compañero/a, padre o madre, abuelo, etc), a veces ese aprendizaje se convierte en una rutina. Me gustaría que los adultos tuviéramos la capacidad de asombro que tienen los niños. Ellos se quedan boquiabiertos fácilmente ante hechos que se presentan ante sus ojos por primera vez. También conceden menos importancia a las cosas por lo que no les dan cuarenta vueltas y olvidan pronto. ¿Y son ellos más felices o infelices que los adultos?