viernes, 9 de noviembre de 2007

La primera vez

Y es que siempre hay una primera vez para todo. Aunque hay cosas en la vida que se convierten en rutina, siempre hubo una primera vez. Y siempre estamos aprendiendo. Aprendemos a caminar, correr, saltar, hablar y socializar con nuestros semejantes en el cole. Aprendemos a estudiar, a sentir lo que significa el éxito y el fracaso, a caernos y levantarnos (más tarde o más temprano). Aprendemos a trabajar, a seducir, a amar, a detestar, a disfrutar, a sufrir, a ahorrar, a malgastar. Aprendemos continuamente y todo aquello que ya no nos sucede por vez primera debería haber formado un callo en nuestra existencia de tal modo que sirviera para experiencias futuras. Sin embargo hay personas como yo, a quienes a menudo parece que las cosas le suceden siempre por primera vez. ¿Es eso un don o una desgracia? No voy a parar ni un instante a pensar en la respuesta... Si la situación es placentera disfrutaré como una enana (pues para mí sera la primera vez); pero si la experiencia es dura me levantaré para darme la oportunidad de volver a caerme de nuevo sin recordar en ese preciso instante que ya me caí anteriormente. Solamente así podré seguir creciendo como persona.
Aunque la vida es un continuo aprender ya que nadie nace enseñado (nadie llegó al mundo sabiendo ser bebé, niño, adolescete, soltero, compañero/a, padre o madre, abuelo, etc), a veces ese aprendizaje se convierte en una rutina. Me gustaría que los adultos tuviéramos la capacidad de asombro que tienen los niños. Ellos se quedan boquiabiertos fácilmente ante hechos que se presentan ante sus ojos por primera vez. También conceden menos importancia a las cosas por lo que no les dan cuarenta vueltas y olvidan pronto. ¿Y son ellos más felices o infelices que los adultos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola,